Tras hacernos disfrutar en 2018 con «Muñeca de porcelana», TalyCual vuelve a apostar por un texto de David Mamet en su regreso a Sevilla. Al frente se encuentran Pepón Nieto, Magüi Mira, Ana Fernández y Miguel Hermoso, con dirección de Juan Carlos Rubio. Un equipo de lujo para dar vida a «La culpa»

Un psiquiatra es requerido a declarar en favor de un paciente responsable de cometer una masacre. Cuando se niega a hacerlo, su carrera, su ética y sus creencias son cuestionadas, desencadenando una espiral de acontecimientos que convulsionará no sólo su vida, sino la de la persona que más quiere. Este es, a grandes rasgos, el argumento de La culpa, la última apuesta de TalyCual en coproducción con Pentación Espectáculos, NNCH y JCR. O lo que es lo mismo, la versión española de un interesante montaje del dramaturgo, guionista y director de cine David Mamet, que, según The New York Times, «posee la magia a la que nos tiene acostumbrados». Para quien no conozca a este maestro de las emociones humanas, hemos de decir que posee nada más y nada menos que el Premio Pulitzer de las artes escénicas, ha sido dos veces candidato al Oscar y es autor de los guiones de algunas de las películas más populares de los años 80 y 90 —desde El cartero siempre llama dos veces a Los intocables de Eliot Ness, pasando por Ronin—. Pero es que, además, este genio nacido en Chicago en 1947 ha publicado casi una veintena de libros entre 1987 y 2011, abarcando géneros como el ensayo, la poesía, la novela y, por supuesto, el teatro.

Mamet y España

The penitent, título original en inglés del mencionado montaje, tuvo su puesta de largo en Broadway en febrero de 2017, con dirección de Neil Pepe para la Atlantic Theatre Company de Nueva York, representándose con buenas críticas hasta marzo de este año. Anteriormente, Mamet había estrenado China Doll, que a pesar de alcanzar unas excelentes cifras hasta 2016, cerró la temporada sin demasiado brillo. Como es habitual en la trayectoria del dramaturgo, La culpa explora asuntos recurrentes como el abuso de poder y los juicios mediáticos, a los que se suman otros como el conflicto entre los principios legales y los morales. Como curiosidad, hemos de decir que España es, una vez más, el primer país donde se puede disfrutar de una producción de Mamet tras su estreno neoyorquino, y esto es debido a la estrecha relación que el norteamericano mantiene con nuestro país. Asimismo tampoco es excepcional que haya depositado su última creación en manos de la compañía TalyCual, que ya adaptó a nuestro idioma Razas —estrenada en 2010—, y Muñeca de porcelana —con José Sacristán y Javier Godino—, la cual recaló en este mismo escenario hace poco más de un año.

Elegancia y saber estar

Entre los grandes aciertos de La culpa hay que mencionar, como no podía ser de otra forma, su excelente reparto, integrado por figuras de la escena como Pepón Nieto, Magüi Mira, Ana Fernández y Miguel Hermoso. Un equipo de primerísimo nivel capitaneado por el director, a la par que actor y guionista cordobés Juan Carlos Rubio, con libreto de Bernabé Rico —este último también se hizo cargo de las versiones anteriores de Mamet— y escenografía de Curt Allen Wilmer. Estos cuatro actores son los responsables de ponerle voz a un texto poliédrico y de difícil entramado, donde, merced a un sorprendente registro dramático, Nieto sobresale en el cara a cara con sus partenaires. Y es que su personaje —el inefable psiquiatra Charles— posee todos los ingredientes que permiten a un actor lucirse en un escenario y, con ello, hacer disfrutar al respetable. A ello contribuye el encomiable trabajo de Rubio, escrupuloso y medido, como suele ser habitual en él, y doblemente meritorio por la complejidad del discurso. Por su parte, la sevillana Ana Fernández borda el rol de Kate, la esposa del psiquiatra, mientras que Miguel Hermoso y Magüi Mira hacen lo propio en los papeles del abogado de Charles y la defensora del paciente, respectivamente. Pocas veces puede verse sobre las tablas tanta elegancia, tanto saber estar y tanta fuerza dialéctica. Dicho lo cual, si hay algo que achacarle a La culpa es su dificultad inicial para introducir al espectador en el juego —«la verdad es conciencia pura», que diría Osho—, algo que, por fortuna, va remediándose con el transcurso de los minutos. Todo lo demás, incluido su potente e inesperado final, convierten al espectáculo en una de las mejores propuestas del curso, pese a no figurar entre los hits de su autor.