Javier Torres coordina la obra definitiva sobre los Seises, una de las tradiciones más hermosas de Sevilla, que esta semana llega a las librerías en una edición limitada y publicada por Alfar. Con los beneficios obtenidos de su venta se pretende realizar un monumento promovido por Ana Robles y ejecutado por Jesús Méndez Lastrucci

Una de las ilustraciones del libro, obra de Elena Montero

Según Herminio González, Maestro de Capilla de la S. I. Catedral de Sevilla, hay que remontarse hasta el siglo IV para hallar el primer testimonio de niños cantores en una iglesia. De hecho, «la monja española Egeria confirma ya su presencia en el Kyrie eleison de la oración de los fieles del Oficio en Jesuralén, y participan siglos más tarde, al menos en la liturgia hispano-mozárabe y en la galicana». Por tanto, es lógico pensar que tras la reconquista de la ciudad por Fernando III y la posterior reapertura de la antigua mezquita como lugar de culto cristiano, esta contaracon la presencia organizada de mozos de coro —niños cantores y acólitos— para la liturgia solemne, siguiendo la práctica que era común por entonces en España. Desde entonces no han faltado coros polifónicos en la catedral hispalense, y si nos fijamos en el Renacimiento, los pequeños cantores de entonces se encargaban de las voces superiores —particularmente del cantus—, de los versos responsoriales del oficio, de algunas otras secciones, y a veces también de varias danzas y trozos de los autos y pasos que solían realizarse por Navidad y Pascua. Como nos recuerda González, «estos chiquillos solían ser de cuatro a diez, aunque en la segunda mitad del siglo XV se generalizó el número seis, razón por la que bien entrado el XVI pasaran a denominarse seises en toda España, y en Sevilla en la segunda mitad del siglo XVI: siendo maestro de capilla Francisco Guerrero (1517-1599)».

 

Un guiño a los Austrias

Por tanto, hablar de los seises es referirse una de las tradiciones más señeras de la ciudad, siendo consustancial a fiestas marcadas en rojo en el calendario, como la festividad de la Inmaculada Concepción o el Corpus Christi. Si bien podemos atestiguar la actividad de los mozos de coro desde la época visigoda, no podemos decir lo mismo de los danzantes, cuyo origen se pierde en el tiempo. No obstante una cosa parece estar clara: su aparición viene ligada a la procesión del Corpus; de ahí que podamos afirmar, con meridiana claridad, que esta celebración fue el acontecimiento que impulsó, durante el período renacentista, el nacimiento de la danza sagrada en la Catedral, siendo, a lo largo de cinco siglos, la única razón de su existencia. En cuanto a las piezas musicales que interpretan en sus bailes, no nos cabe ninguna duda de que, en un principio, estas eran villancicos. Pero no en el sentido navideño que le damos hoy día, sino ligados a la tradición popular de autores mozárabes del siglo XI y especialmente del XV, como Juan del Enzina. En cuanto a los trajes, llamativos tanto en su composición como en los colores, estos remiten al estilo imperante en la corte de los Austrias, siendo el trajecito habitual de los pajes que, posteriormente, alternará el azul o el rojo en función de la festividad.

 

Más de trescientas páginas

Fiel a su cita, dicha estampa volverá a hacerse realidad con motivo del día de la Inmaculada, el viernes 8 de diciembre, con sus respectivas octavas, cuando las castañuelas —antaño adufes o panderos— vuelvan a resonar bajo las bóvedas catedralicias al son de El sol es tu vestido o En las hojas del tiempo. Antes, todos los amantes de esta preciosa tradición podrán amenizar la espera sumergiéndose en las páginas de un libro imprescindible para conocerla. Estamos hablando de La Magia de los Seises de Sevilla, publicación coral que fue presentada ayer martes en un abarrotado salón Colón del Ayuntamiento de Sevilla y que recoge todo lo que un sevillano debería saber sobre estos peculiares «danzarines». Publicado por Ediciones Alfar y maquetado con mimo por el fotógrafo Antonio del Junco —desde el papel estucado y cosido hasta su formato cuadrado, la edición es encomiable—, sus más de trescientas páginas nos invitan a viajar a los orígenes de la tradición hispalense, haciendo hincapié en su función y características, así como en los aspectos litúrgicos que la rodean. Apartados donde se detallan desde las particularidades de su atuendo a la estructura de la celebración y otros detalles y curiosidades. Pero la cosa no acaba aquí, pues Javier Torres, médico patólogo, escritor, y auténtica alma máter de esta obra, tuvo la feliz ocurrencia de invitar a escritores, periodistas, filólogos, historiadores y demás enamorados de Sevilla, a escribir sobre los seises con una única condición: dejar volar la imaginación para plasmar nuestra visión sentimental del rito. Y digo «nuestra», porque hasta un servidor ha tenido el orgullo de dejar su impronta en forma de leyenda becqueriana. No en vano, es aquí donde la obra se torna verdaderamente mágica, pues podemos encontrar «desde relatos de ciencia ficción a narraciones de misterio y amor», según afirmó Torres en la entrañable presentación.

 

Larga nómina de colaboradores

Y es que cualquier persona que posea un mínimo de sensibilidad y aprecio por las cosas hermosas debería, al menos, hojear las páginas de este libro. Una obra que, amén de recoger testimonios literarios en forma de cuentos, relatos o reflexiones, camina con paso firme por la historiografía en torno a los pequeños danzantes y su relación con el templo metropolitano. Entre sus autores figuran nombres de peso en el apartado cultural y cofrade de la ciudad, como el citado Javier Torres, Pablo Borrallo, Jesús Luengo, Juan Pedro Recio, Rosario Naranjo, Guillermo Sánchez o Curro Rossi. Nómina que continúa con Salvador Terceño, José Manuel García Bautista, José Carrera, Charo Jiménez, Francisco Pérez Estepa o Reyes Calvillo —así hasta un largo etcétera—, a los que se suman ilustradores, fotógrafos y artistas como Teresa Guzmán, Paco Borrás, José Antonio Bravo, Salazar-Bajuelo, David Payán, Andrés Manuel Alfonso-Quiles, Paco Moraza, Beatriz Barrientos, Elena Montero, Paco Pérez, Antonio Sánchez Carrasco, José Antonio Zamora, Pedro Aranda, Javi Jiménez o Sebas Gallardo. Todos ellos con un objetivo común: recaudar fondos para levantar un monumento al seises en la ciudad. Un viejo anhelo de muchos sevillanos, promovido por la incombustible Ana Robles —viuda de Miguel Vázquez Garfia, organista y director de los seise entre 1980 y 1983— que será realizado por el conocido escultor e imaginero Jesús Méndez Lastrucci, y presumiblemente colocado en los Jardines del Cristina.