«La última juerga» y «Dentro de dos años», novelas ganadoras del Premio Ateneo de Sevilla 2019, irrumpen en las librerías precedidas de una gran expectación. La primera es la continuación de «Historias del Kronen», publicada por José Ángel Mañas en 1994, mientras que la otra supone una vuelta de tuerca a los célebres juicios por brujería

El pasado 7 de noviembre tuvo lugar la presentación a los medios de las novelas ganadoras del Premio de Novela Ateneo de Sevilla 2019 y Ateneo Joven de Sevilla 2019. Las obras ganadoras resultaron ser La última juerga, de José Ángel Mañas y Dentro de dos años, de Mercedes Fisteus. Ambas han sido editadas por Algaida Editores, y en dicho encuentro los escritores estuvieron acompañados por el Presidente del Ateneo de Sevilla, Alberto Máximo Pérez Calero; el Vocal del Premio de Novela, Francisco Prior Balibrea; el editor de Algaida, Miguel Ángel Matellanes; y un representante de las entidades patrocinadoras, Rafael Muñoz, Director de Actuaciones Socioculturales de Fundación Unicaja, y Gervasio Posadas, Director de Ámbito Cultural de El Corte Inglés. Dichos galardones alcanzan la LI edición, en el caso del premio adulto, y la XXIV en el joven, y el fallo se dio a conocer durante una cena celebrada en el Patio de la Montería del Real Alcázar el 15 de junio. José Ángel Mañas, escritor consagrado y con una interesante carrera a sus espaldas, es autor de Historias del Kronen, obra de culto que quedó finalista del Premio Nadal 1994 y se convirtió en icono de los años noventa merced a la película de Montxo Armendáriz —dicho título se alzó con un Premio Goya al mejor guion adaptado—. En dicha producción, un jovencísimo Juan Diego Botto interpretaba el papel de Carlos, quien ahora vuelve a la carga en La última juerga, ambientada veinticinco años después de su predecesora. Ese es el principal reclamo de una novela que gira en torno a este individuo canalla y políticamente incorrecto y cuya «masculinidad tóxica» es una evidencia desde su primer diálogo. En cuanto a Mercedes Fisteus, quien se alzó con el galardón joven, estamos ante un talento de veintitrés años que puede dar mucho que hablar en el futuro. No en vano, en la nómina del premio figuran escritoras de prestigio como Vanessa Montfort, Care Santos, Nerea Riesco o María Zaragoza, cuya trayectoria se impulsó desde Sevilla. Dentro de dos años, cuyo argumento parte de uno de los episodios más dramáticos de la historia de Norteamérica, sorprende por su originalidad y lirismo.

Veinticinco años después

Del Kronen original (para los néófitos, un bar ficticio del Madrid finisecular donde se reunían Carlos y su pandilla), Mañas rescata, además de su figura principal, a otros personajes como Nuria, hermana del antihéroe, que trabaja como doctora en un hospital y está casada y con hijos; o Pedro y Silvia, quienes fuesen novios en los noventa y ahora conforman un respetable matrimonio burgués. Desde el principio, y pese al cuarto de siglo transcurrido, el lector recorrerá algunos lugares comunes del escritor neorrealista, sobre todo aquellos relacionados con su creación más arquetípica. Si bien, ni siquiera su cincuentón con ínfulas de veinteañero —una suerte de Dorian Gray patrio— es ajeno al paso del tiempo. Esto se advierte ya desde el inicio, donde Mañas juega a ser Woody Allen en un divertidísimo prólogo metaliterario. Así, el creador de Mensaka o Soy un escritor frustrado, nos introduce en el mundo de la «farándula», como la define el protagonista, en base a la profesión de agente editorial de Carlos. En consecuencia, el lector se verá inmerso en una fiesta en la que este dialoga con Lola Dueñas, la multipremiada actriz de Volver o Mar adentro; conocerá los entresijos de la venta de los derechos editoriales de la escritora Carmen Posadas; o descubrirá la cara B de las productoras nacionales de televisión. Y todo bajo la calima de un Madrid imbuido en el Mundial de Brasil, donde la vida fluye ajena a los vicios de un tipo transgresor y negativo… pero con buen humor.

«La conciencia vale por mil testigos»

Por su parte, Mercedes Fisteus nos traslada a la colonia inglesa de Massachusetts a finales del siglo XVII. Un escenario legendario, cuyo episodio más trágico hizo correr ríos de tinta, y lleva décadas siendo utilizado por la política y la literatura popular. Nos estamos refiriendo a los juicios de Salem, aquellos donde, arbitrariamente, fueron detenidas y encarceladas más de ciento cincuenta personas en base a acusaciones falsas, llegando a condenarse a veintinueve. Dentro de dos años, contrariamente a lo que cabría esperar, no se detiene en estos acontecimientos; si acaso menciona algunos detalles del pleito, y cita a las figuras más populares del mismo, como el reverendo Samuel Parris, su hija Betty y su sobrina Abigail Williams, quienes fueron las primeras acusadoras. Tampoco faltan el granjero John Proctor —relacionado con esta última—, la anciana Rebecca Nurse o la sirvienta de color Títuba. Pero, a diferencia de El crisol, la aclamada obra de teatro de Arthur Miller (que inevitablemente sobrevuela el texto de Fisteus), aquí no se incide en el drama colectivo, sino en una única figura, tan controvertida como interesante: el magistrado William Stoughton. Este estuvo a cargo del proceso, primero como Juez Presidente del Tribunal Especial de Oyer and Terminer en 1692, y luego como Juez Presidente del Tribunal Superior de Justicia en 1693. Mezclando fantasía y realidad, la joven escritora lacianiega nos sumerge en la conciencia del letrado, mostrándonos sus dudas, tormentos y debilidades tras hacer pública la sentencia, y cómo, en medio de dicha vorágine, llega a un acuerdo con un tipo llamado Verbouc para tratar de enmendar su error. Dicho personaje, anciano y envuelto en un halo de misterio, posibilita que Stoughton comience un viaje iniciático donde conocerá el sufrimiento, la violencia y la humillación, pero también la amistad, la compasión y el amor. En suma, dos novelas ideales para disfrutar en el sofá, con una manta sobre las rodillas y una buena taza de té.