Jessica Fellowes abandona los hermosos salones de «Downton Abbey» para adentrarse en el universo de Agatha Christie. Y es que su nuevo trabajo, «Los crímenes de Mitford», es un homenaje a las mejores creaciones del género, destacando una exquisita ambientación, unos personajes entrañables y una trama envolvente que te impulsan a devorar de un tirón sus casi cuatrocientas páginas
Las décadas de 1920 y 1930 supusieron para las novelas de misterio lo que el siglo XVI para las de caballerías: una etapa dorada fecunda en textos, autores y cifras de ventas. Originarias de las islas Británicas, en la mayoría de los casos, dichos títulos solían compartir patrones concretos, como el gusto por escenificar homicidios en grandes mansiones, la elección de entornos campestres como modo de evasión del núcleo urbano y el tomar como protagonistas a individuos pertenecientes a la clase alta. Estos crímenes, que podían incluir escenas sangrientas, pero raramente violencia explícita, se caracterizaban por una cierta ingenuidad y ligereza que quedaría desfasada al estallar la Segunda Guerra Mundial. No cabe duda de que Agatha Christie, con sus sesenta y seis novelas policiales publicadas, dos mil millones de copias vendidas y más de cien traducciones en todo el mundo —su nombre aparece en el Libro Guinness de los Récords— fue la indiscutible reina de un género en el que también sobresalieron creadores como G. K. Chesterton, Dorothy L. Sayers o John Dickson. De ahí que varios escritores de los últimos tiempos hayan decidido emular un estilo que es garantía de éxito debido a su influencia en nuestra cultura popular. Un ejemplo es la británica Sophie Hannah, responsable de «resucitar» cuarenta años después al detective Hercules Poirot con dos interesantes obras tituladas Los crímenes del monograma y Ataúd cerrado. Junto a ella, otros nombres que han decidido desempolvar el género han sido Graham Norton, Tilly Bagshawe o Stella Duffy. Y por supuesto Jessica Fellowes, a quien dedicamos estas líneas a propósito de la publicación en España de su novela Los crímenes de Mitford.
Basada en hechos reales
Ambientada entre 1919 y 1921 y publicada por Roca Editorial, un rápido vistazo a su cubierta, de un atractivo color azul con letras doradas que nos recuerda inevitablemente a la Belle Époque, permite hacerse una idea de lo que contienen sus páginas. Y es que el envoltorio, que remata una cuidada edición en tapa dura, incluye una clásica locomotora que nos traslada a escenarios míticos de ficción como el Orient Express, por lo que el tributo a los grandes del misterio está garantizado. Por ejemplo con los personajes, donde el aspirante a policía Guy Sullivan es un guiño al protagonista de Extraños en un tren, de Patricia Higsmith, y el atuendo de uno de los sospechosos remite a El hombre del traje marrón, de la propia Agatha Christie. Pero es que, más allá de estos homenajes, Jessica Fellowes menciona directamente a la creadora de Miss Marple, cuando Louisa Cannon, una de las figuras centrales de Los crímenes de Mitford, recibe uno de sus libros como regalo; probablemente El misterioso caso de Styles, publicado en 1920 y que coincide en fecha con la trama ideada por la británica. Esta nos presenta un caso real, el de la enfermera Florence Nightingale Shore, que tras servir valientemente en Francia durante la contienda de 1914, fue asesinada en el vagón de un ferrocarril con destino a Sussex y a plena luz del día. Se da la circunstancia de que la sanitaria era ahijada de la fundadora de la Cruz Roja, Florence Nightingale, y de que su muerte jamás fue esclarecida. En ese sentido, Fellowes trata de rellenar los huecos de un caso que conmocionó al Reino Unido, mientras introduce personajes dignos de una novela de ficción como las hermanas Mitford.
Una serie de siete novelas
Y es que, si ya es de por sí interesante tratar de explicar qué ocurrió en aquel vagón de tercera en la segunda década del siglo XX, aún lo es más combinarlo con una familia de aristócratas cuyos vástagos llegaron a relacionarse con personajes notables de la Historia, como Winston Churchill, Adolf Hitler o John F. Kennedy. Nos estamos refiriendo a Nancy, Pamela, Diana, Unity, Jessica y Deborah, quienes juntos al único hijo varón, Tom, fueron criados por Lord y Lady Redesdale en un excéntrico ambiente salpicado de viejas casonas señoriales, negocios delirantes, curiosas restricciones y supersticiones varias. Algo que no impidió que los chicos sobreviviesen al extraño carácter de su padre —un militar traumatizado tras la Gran Guerra— desarrollando vidas nada desdeñables y repletas de episodios inverosímiles. No en vano, Diana Mitford inspiró Cuerpos viles, obra del británico Evelyn Waugh, y la propia Nancy —la mayor de las hermanas— dio luz a novelas como Amor en clima frío, recientemente adaptada para televisión por la BBC. Por eso, que Jessica Fellowes los haya elegido para sus próximos trabajos —la autora de las novelas inspiradas en Downton Abbey piensa hace una serie de siete libros, una por cada Mitford—, es un motivo de alegría para los fans de lo policiaco. Pues a lo mencionado hay que añadir la mezcla de clase baja y aristocracia ya utilizada en la famosa serie de televisión —por cierto, obra de su tío Julian Fellowes—, un despliegue de secundarios bien definidos y carismáticos y un humor típicamente británico. Aunque por encima de todo, este cóctel detectivesco destaca por su exquisita ambientación, su ritmo latente a partir de capítulos cortos, sus cuidados diálogos y dos incipientes romances que te hacen devorar las páginas con deleite, mientras acompañas a los protagonistas en su búsqueda del culpable. En suma, una novela que gustará tanto a los fans de la familia Grantham como a los de Agatha Christie y que, si todo sigue su curso, pronto verá la luz en la pequeña pantalla gracias a los responsables de The Crown.