Javier Torres Gómez confirma su capacidad para ir más allá en la literatura morada con «Curioso Vía Crucis en Triana» y «La Semana Santa de Sevilla a los ojos de un pequeño cofrade»

Si existiese la profesión de «cofrade», Francisco Javier Torres Gómez sería uno de sus más destacados miembros. No en vano, este médico especialista en Anatomía Patológica, ávido lector y escritor por afición, se define como un «enamorado de la Semana Santa de Sevilla», celebración a la que lleva años aportando charlas, dibujos, artículos o relatos, siempre de manera vocacional y desinteresada. Hermano de los Panaderos y fotógrafo incansable, este año puede además presumir de padre, pues su hijo Javier —un calco de su persona— ha sido el encargado de pronunciar el tradicional pregón de la calle Orfila, logrando arrancarle alguna que otra lagrimilla. Esto se suma a las muchas alabanzas recibidas por La Magia de los Seises de Sevilla (Alfar), obra coral coordinada por él, al objeto de recaudar fondos para el monumento al Seise, y la Exaltación del Domingo de Ramos, pronunciada en la hermandad de Jesús Despojado. Si echamos un vistazo a su bibliografía dedicada a la fiesta, nos encontramos con más de una sorpresa: desde lo anecdótico de Historias de cámara en ristre (Jirones de Azul), obra en la que desgrana muchas de sus vivencias junto al grupo fotográfico ASA-24, a lo lírico de Cuentos y relatos inéditos de Semana Santa (Punto Rojo), volumen inclasificable y repleto de curiosidades, firmado junto a la también escritora Rosario Naranjo.

Un viaje iniciático

En los últimos tiempos, este inquieto patólogo con alma de escritor nos ha regalado estampas muy apreciables; tanto las continuaciones de las mencionadas obras como nuevos títulos de factura personalísima. Uno de ellos, La Semana Santa de Sevilla a los ojos de un pequeño cofrade (Círculo Rojo), nos impulsa a revisar nuestra infancia, ese momento donde los sentidos se abren de par en par y la mente bulle ante cualquier novedad. Su estructura, fiel a la cronología de la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor (pero a las sevillanas maneras), permite al lector introducirse en la piel de un niño de 12 años, mientras acompaña a su abuelo por las calles hispalenses. Un viaje iniciático, emocional y muy didáctico, que puede gustar tanto a los entendidos en la materia como a los profanos que se acerquen por primera vez. A destacar, su gran abundancia de datos históricos y artísticos sobre las hermandades —por supuesto en clave infantil—, y su lenguaje fluido y ameno. Aunque es quizás con el conjunto de relatos Curioso Vía Crucis en Triana, con el que Javier Torres Gómez ha logrado ir más allá, demostrando que la Semana Santa de Sevilla es un material de primera calidad para abordarse desde la ficción, sin renunciar a la originalidad y el estilo propio.

Trece relatos y un pregón

Curioso Vía Crucis en Triana, publicado por el sello sevillano Samarcanda, consta de trece relatos inéditos más la adaptación del I Pregón de San Román y Santa Catalina pronunciado por el autor en la Cuaresma de 2017. En sus 204 páginas, el lector encontrará un interesante abanico de propuestas cofradieras, que le permitirán desplazarse desde el arrabal trianero a San Julián, pasando por la Macarena, San Juan de la Palma o San Lorenzo. Sin ir más lejos, la obra se inicia con el relato homónimo, una suerte de ensoñación lírica y entrañable, en la que un grupo de niños «fundan» una cofradía en la trianera calle San Jacinto, con idea de realizar un vía crucis por el barrio. Tras esto, la obra se adentra en terrenos mucho más arriesgados y complejos —algo de agradecer para los cofrades consumados—, como la ‘verdadera’ autoría de la Esperanza Macarena, la realización de un Cristo Yacente a partir de los moldes de escayola de un cadáver —esta historia impacta y emociona a partes iguales— o el sufrimiento de la madre de un joven torero, cuya pareidolia roza lo sobrenatural. Un periplo que se completa con capítulos novedosos y singulares que nos llevan desde la intimidad de un convento en la calle Águilas hasta la mismísima Nueva York —el argumento de Un delicatesen culinario muy especial nos habla de la habilidad de un niño para moldear figuras sacras con masa de pizza—, pasando por la historia de José Antonio Bravo, escultor especializado en querubines, cuyo retrato eriza la piel por lo sensible. Pero la cosa no acaba aquí, pues Javier Torres es capaz de sorprendernos con retazos musicales, reposteros e incluso misteriosos, confirmando su amplia variedad de registros y su capacidad para hacer realismo mágico desde la belleza de lo sagrado, la proximidad de lo local y la hondura de lo familiar.