Fue un producto de consumo habitual para los habitantes de la Península Ibérica, y más allá de esta, desde tiempos pretéritos. ¿Dónde y cuándo surgió? ¿Quiénes expandieron su uso? ¿Qué importancia tuvo para el Imperio romano?
El uso del aceite de oliva, también llamado «Oro del Mediterráneo» en la antigüedad, junto a otros tipos de óleos vegetales, iba desde lo gastronómico a lo ritual, pasando por su empleo como combustible en la iluminación de los templos religiosos. Se piensa que las primeras plantaciones de olivos tienen lugar en la extensa área que va desde Siria a Canaán (desde el 5.000 al 3000 a.C.).
Tal vez sus aplicaciones nacen con la agricultura, pero no obstante ya es patente su importancia en el Paleolítico Superior (12.000 a.C.). El origen de la producción de aceite de oliva hay que buscarlo en las costas del levante mediterráneo, ya que aunque en la zona sirio-palestina comenzó a extraerse aceite de aceitunas silvestres, el olivo se empleará tiempo después.
En Egipto su cultivo apunta hacia el 2000 a.C., con fines cosméticos. En el interior de sus cámaras funerarias hay representadas vasijas y ánforas con aceite de oliva. Pronto se extendería al Mediterráneo, siendo parte fundamental de la trilogía alimentaria: pan, vino, aceite.
A mediados del II milenio a.C. el producto llega a Grecia, quienes a su vez lo exportan a Italia varios siglos después, durante su extensa época colonial. El salto a nuestras tierras se lo debemos a los fenicios, que lo introducen hacia el siglo XI a.C. por las costas del sur.
Con Roma el consumo de aceite de oliva llega a los confines del imperio, incluidas Britania y las nevadas llanuras del Danubio. Ya en esa época la Bética fue la principal provincia productora de aceite de oliva durante los siglos de esplendor del Imperio romano. De hecho existía cierto monopolio en la producción de zumo de aceitunas andaluz en la zona correspondiente a Sevilla, Córdoba y Écija. Esto se explica por la vía de transporte que suponía el río Betis (actual Guadalquivir), navegable hasta la zona de Écija, a través del Genil.
Durante los años en los que gobernó el emperador Vespasiano, la Bética se convirtió en el mayor distribuidor de alimentos de toda Europa Central, incluyéndose por supuesto el aceite de oliva. Algo que se mantuvo con la llegada al trono de Trajano y Adriano, originarios de Hispania. El Testaccio, o monte de los tiestos de Roma, atestigua este dato, siendo una colina artificial formada por millones de restos de ánforas olearias, arrojadas en él durante casi trescientos años, donde más del 90% corresponde a ánforas de la primitiva Andalucía.
El aceite se utilizaba también como ungüento. De ahí la frase de Plinio «el vino por dentro y el aceite por fuera». Y es que los que practicaban ejercicio se ungían el cuerpo con aceite antes de entrenarse en la palestra o gimnasio. De esta forma protegían su piel del sol y la hidrataban. En medicina podía usarse solo o como excipiente, y se prescribía para tratar úlceras, calmar los cólicos o bajar la fiebre. Los «unguenta», modalidad de aceite perfumado asociado con la cosmética y la perfumería, se extendieron entre la sociedad romana a partir del siglo II a.C.
La mayor producción de aceite andaluz encontraba su centro en el valle del Guadalquivir, así como en la zona oriental de la región. Actualmente, Andalucía cuenta con 175 millones de ejemplares cultivados, siendo el mayor bosque de olivos del mundo. La extensión de las 8 provincias andaluzas, marcadas por las diferencias climáticas y orográficas, favorece la existencia de una amplia variedad de aceites, sobresaliendo las de aceituna Picual, Hojiblanca, Picuda, Lechín de Sevilla, Lechín de Granada o Verdial de Huévar, y Arbequina.
Asimismo la riqueza y variedad de estos aceites se refleja en el reconocimiento de 12 Denominaciones de Origen Protegidas y una Indicación Geográfica Protegida, cada una con sus características. Por tanto se puede decir que Andalucía y el «oro líquido» están vinculados de forma inseparable.
Para saber más:
- Mataix Verdú, José y Barbanchi Cisneros, Fco. Javier: «El aceite de oliva, alma del Mediterráneo». Jaén, 2008
- Garrido, Luis: «Historia del olivar y del aceite en Andalucía». Málaga, 2004
- Blázquez, J. M.: «La exportación del aceite hispano en el Imperio romano». Madrid, 1980
- Bonazzi, M: «Entre hombres y dioses en el Mediterráneo. Introducción a la cultura del olivo». Jaén, 1999
- Sáez Fernández P.: «La tríada mediterránea en la Bética romana». Granada, 1996