El 15 Festival de Sevilla de Cine Europeo arrancó su andadura con un doble encuentro con sus principales homenajeados. La actriz italiana Valeria Golino y Roy Andersson, veterano cineasta sueco al que este año se dedica una merecida retrospectiva.
Pese a no gustarle los festivales, la protagonista de películas como Rain Man, Four Rooms o Hots Shots!, Valeria Golino, hizo caso a su compañera Valeria Bruni Tedeschi —Giraldillo de Honor 2016— y se animó a venir «a una ciudad bonita y con un festival hecho por cinéfilos» que este año alcanza su decimoquinta edición. Una cita que arrancó en la margen derecha del río —el restaurante Abades Triana fue el lugar elegido para la puesta de largo—, y donde la estrella italiana lució esos preciosos ojos azules que la catapultaron a la fama allá por los ochenta y noventa del pasado siglo. Arropada en todo momento por el Delegado de Cultura Antonio Muñoz, quien hizo un recorrido por su trayectoria dejando titulares como «me gusta el cine que está vivo y que no tiene miedo a ser diferente», la napolitana reconoció lo mucho que aprendió en su etapa como actriz de Hollywood —llegó a rodar con directores como Barry Levinson, John Carpenter o Quentin Tarantino—, aunque «no volvería a vivir allí». Y es que, a la pregunta de si prefiere quedarse con su faceta de actriz o su actual, de directora, Golino fue rotunda: «las actrices son como las mariposas, van de flor en flor; mientras que los directores son como los árboles, que están firmes en la tierra». En referencias a Euforia, su segunda película como realizadora tras Miel —esta semana se presenta en el SEFF fuera de concurso—, la protagonista de La puta del rey comentó que «es más clásica que la anterior, pero no se encasilla en ningún género». Asimismo, en ese apasionante oficio de dirigir, y debido a su pasado como intérprete, no dudó en destacar su relación con los actores, algo que considera «prioritario», para seguidamente enlazar con su visión actual del viejo continente: «a veces pienso que el objetivo de Europa no es el de unir, sino el de segregar. Mi idea es mucho más romántica». Por último, y a la pregunta de qué le diría a su yo más joven desde la madurez y la experiencia, la estrella italiana fue contundente: «que no tuviese tantas dudas».
«¿Ingmar Bergman? Le faltaba humor»
Con un retraso de cuarenta minutos sobre la hora prevista, Roy Andersson aterrizó en el Hotel Hesperia Sevilla para atender a la prensa. Apoyado en un bastón y con grandes dificultades para caminar, el realizador sueco autor de filmes como Giliap o Canciones desde el segundo piso llegó acompañado de Antonio Muñoz, quien no dudó en hacer doblete en su faceta de anfitrión del festival.
Con la ayuda de una traductora simultánea, y en referencia a sus inicios en la profesión, Andersson afirmó que estos venían «influenciados por cineastas como Milos Forman así como los autores de la ‘comedia de la vida diaria’», si bien, actualmente tendría como referente a Fellini, que «condensaba bastante». Y es que si hay una cosa meridianamente clara para el cineasta de Gotemburgo es precisamente ese aspecto, el de llegar a lo esencial: «lo importante para mí es lo que queda cuando quitas de en medio lo que no es importante». Asimismo Andersson se declaró «admirador confeso de Luis Buñuel y de Viridiana, una obra de arte absoluta», según su criterio. En cuanto a la labor publicitaria, fundamental en su trayectoria durante años, no dudó en afirmar que «si juntara todos mis anuncios los veríais como un largometraje», pues «ponía el mismo entusiasmo que en mis películas». Su último trabajo se titula Sobre lo infinito, un título complejo que le costó decidir y que «tal vez debería haberlo llamado Je t’aime, que es más hermoso que I love you». En cuanto al maestro Ingmar Bergman, su compatriota más recurrente, el creador de La comedia de la vida no se anduvo con rodeos: «le faltaba humor, quizás debido a su origen: era hijo de un cura».