La vida es sueño, de Pedro Calderón de la Barca, es, probablemente, uno de los textos más leídos, representados y analizados de la literatura dramática española y universal. ¿Cuál es el secreto de su éxito?

Para empezar, el drama calderoniano cuenta con una enorme riqueza léxica y dramática, sobresaliendo además por su profundidad, por el interés de su temática y, especialmente, por su modernidad. No en vano, este drama religioso o filosófico que urde sus raíces en los mitos orientales, es, según la filóloga Evangelina Rodríguez, «pieza clave en la historia del conocimiento, del reconocimiento por parte del hombre de su conciencia de existir». Asimismo, su parábola remite a la figura de Platón, de ahí que su mensaje trascienda idiomas y épocas.

En cuanto a sus orígenes, algunos críticos piensan que, tras componerlo, Calderón vendió el libreto a Cristóbal de Avendaño, cuya compañía lo estrenó en torno a 1635, dando el salto poco después a ciudades como Bruselas, Ámsterdam o Dresde. Un siglo después, los teatros madrileños del Príncipe y de la Cruz lo llevaron a escena nada menos que en 47 montajes, confirmando el interés del público.

Su argumento nos traslada a una época indeterminada de Polonia, donde el rey Basilio —gran aficionado a la astrología—, tiene encerrado a su hijo Segismundo por temor a que se subleve contra él y se convierta en un cruel tirano. Cuando este ya es mayor, el rey decide darle una oportunidad para probar si es capaz de gobernar con sabiduría y humildad. Si falla, Basilio tiene un plan: hacer creer a Segismundo que su libertad fue sólo un sueño. En suma, Calderón plantea un debate teológico muy presente en su época, el de la predestinación frente al libre albedrío, que, sumado al resto de ingredientes, ha llevado a que esta obra sea objeto de estudio en universidades de todo el mundo.

Entre los montajes de la obra realizados en nuestro país merece la pena mencionarse el de Rafael Calvo en el Teatro Español (1872) y el de Ricardo Calvo en el Teatro de la Princesa (1888). Asimismo Ricardo Calvo Agostí y Matilde Moreno volvieron a llevarlo con éxito a las tablas del Español en 1918. Otras versiones destacadas fueron la  de José Tamayo, con Francisco Rabal, Mary Carrillo, Asunción Balaguer y José Luis Pellicena en 1955; la de José Luis Gómez, con Ángel Picazo, Ana Marzoa, Francisco Merino, Luis Prendes y Ángel de Andrés en 1981; la de Ariel García Valdés, con Pedro Mari Sánchez, Héctor Colomé o Yolanda Arestegui (1996); la de Juan Carlos Pérez de la Fuente, con Fernando Cayo y Chete Lera (2009); o la de Helena Pimenta para la Compañía Nacional de Teatro Clásico, con Blanca Portillo, Joaquín Notario y Marta Poveda (2012). Esa misma compañía produjo en colaboración con el Teatre Romea una versión bastante controvertida que recaló en el verano de 2000 en el Festival de Teatro Clásico de Almagro. Esta estaba dirigida por Calixto Bieito y contaba con un elenco de actores entre los que sobresalían Carlos Álvarez Novoa como Basilio, Nuria Gallardo como Rosaura, Andoni Gracia como Segismundo y Boris Ruiz como Clarín. Dicho montaje fue emitido al año siguiente por televisión.

Las dos adaptaciones cinematográficas de La vida es sueño estrenadas hasta la fecha datan de 1960 y 1986. La primera de ellas, titulada El príncipe encadenado, fue dirigida por Luis Lucía, siendo su protagonista Javier Escrivá y completando el reparto Antonio Vilar, Luis Prendes, María Mahor, Katia Loritz, Pedro Osinaga y Jacinto Molina. La siguiente es una versión muy libre de 1986 y está rodada en francés, siendo su título Mémoire des apparences. Fue dirigida por el realizador y guionista chileno Raoul Ruiz, y sus actores principales son Roch Leibovici, Laurence Cortadellas y Sylvain Thirolle. Asimismo en 2017 se anunció que Eusebio Lázaro preparaba una nueva adaptación con Irene Escolar, Oriol Pla y Pedro Casablanc en los roles principales, aunque de momento el proyecto está parado.

Algunos estudiosos de La vida es sueño han visto conexiones con algunas películas contemporáneas, caso de El show de Truman o Abre los ojos. En el caso de la primera, María Teresa Caro Valverde apunta que la historia calderoniana aparecería hacia la mitad de la trama, «pues de modo similar al momento en que Segismundo se encuentra en palacio (jornada II) vive el protagonista en su reino audiovisual. Pero la solución que da al drama es inversa a la barroca, pues en lugar de someterse a las reglas sociales y cambiar el rol de salvaje por el de rey, Truman decide su porvenir cambiando al «rey» obligado con las convenciones por el salvaje liberado del control ajeno». En cuanto al film de Alejandro Amenábar Abre los ojos, la filóloga señala que es «exactamente el negativo de los tres actos de la célebre comedia calderoniana, pues en el clásico primero está la prisión, después el palacio, le sigue la prisión y acaba en palacio coronado de honor; y en su versión moderna primero está el palacio, le sigue la prisión, y después la incertidumbre de no saberse ubicado».

Antes de concluir con el apartado de las adaptaciones, hemos de mencionar la notable versión de Estudio 1 realizada por TVE en 1967 con dirección de Alberto González Vergel y Pedro Amalio López. En su reparto figuraban Julio Núñez, Fiorella Faltoyano, José María Caffarel, Víctor Fuentes o Mercedes Barranco.

Como curiosidad, La vida sueño fue llevada en 2018 al cómic en un proyecto publicado por Panini en su colección Evolution, y que estuvo liderado por el guionista Ricardo Vilbor, el ilustrador y animador de cine Alberto Sanz y el colorista Mario Ceballos.