Reconocido y celebrado por muchas culturas a lo largo y ancho del planeta, el solsticio de verano es uno de los momentos más mágicos del año; tanto, que ha motivado importantes creaciones artísticas durante varias centurias. Una de las más conocidas es A Midsummer Night’s Dream (El Sueño de una Noche de Verano), comedia creada por William Shakespeare en torno a 1595, poco después de cumplir los treinta años. Ambientada en la noche del 23 al 24 de junio —aunque el solsticio de verano es el 21, esta es la fecha en la que se celebra el cambio de estación desde los tiempos paganos—, la tradición cuenta que la obra fue representada por primera vez en una boda aristocrática, de ahí que gran parte de la crítica haya supuesto que fue escrita por encargo, seguramente con idea de amenizar la fiesta.
Buscando siempre resonancias clásicas y juegos de palabras, Shakespeare alude desde el título a una forma particular del amor, por lo que bebe de la construcción Midsummer Madness («Locura en medio del verano»), expresión de la época isabelina utilizada para describir un enamoramiento súbito, y a la vez complicado, producido por el calor estival. O, en términos más modernos, «un amor de verano» efímero y a la vez ardiente. Y es que el sueño que experimentan los personajes en esa inolvidable noche de finales de junio (night’s dream) tiene bastantes puntos en común con la locura (madness). Además, en esta exquisita comedia, conviven los cuatro mundos renacentistas en excelente armonía. Por un lado tenemos a los representantes de la nobleza, y por otro a los iconos de la fantasía. Y luego están los cuatro jóvenes perdidos en el bosque —la incipiente burguesía ciudadana— y la compañía escénica de menestrales, que evocan el mundo artesano y obrero. En suma, una de las combinaciones más acertadas de la historia del teatro.
Su argumento, que incluye cuatro líneas de acción —algo muy habitual en las comedias del bardo de Stratford— nos traslada hasta Atenas, donde el duque Teseo está a punto de desposar a Hipólita, reina de las amazonas: «Bella Hipólita, nuestra hora nupcial ya se acerca: cuatro días gozosos traerán otra luna». Esta es la trama con la que arranca la historia, y también aquella con la que se cierra. En medio tenemos a Hermia, Helena, Demetrio y Lisandro, jóvenes atenienses cuyos enredos amorosos constituyen gran parte del nudo —dichos personajes se verán influenciados por el rey y la reina de las hadas, Oberón y Titania, acompañados por sus séquitos, así como por el duende travieso Puck (o Robín, según algunas versiones)—, siendo rematado el conjunto por un grupo de seis actores aficionados que son controlados por seres fantásticos que habitan en el bosque. En cuanto al «sueño», además de repetirse dicho término durante toda la acción, la propia composición emula sus características en la estructura; de este modo, el dramaturgo justifica los cambios y transformaciones inexplicables para la razón, pero frecuentes en el mundo onírico. Algo a lo que se suma la magia, deliciosamente desplegada por Shakespeare, que nos permite ver la fusión de un hombre con un asno o el amor cambiando de sujeto y de objeto continuamente, que inevitablemente nos trasladan al universo literario de Luciano de Samósata, Ovidio, Apuleyo o Plutarco, e incluso al pictórico de El Bosco. ¿Y qué podemos decir del colofón, donde se incluye la grotesca representación de Píramo y Tisbe, cuyas alegorías del Renacimiento y el mundo amoroso de las novelas caballerescas, tornan en un postre dulce y divertidísimo?
Por todo ello, si aún no conocen El sueño de una noche de verano, no hay mejor ocasión para disfrutarla que en la víspera de la festividad de San Juan Bautista, cuando el rito de las hogueras nos emparentan con nuestros antepasados y todo se hace posible más allá de la vigilia. Si no cuentan con un ejemplar de la obra pueden descargar su versión digital en el siguiente enlace: https://www.textos.info/william-shakespeare/el-sueno-de-una-noche-de-verano/pdf; o, si lo prefieren, echar un vistazo a algunas de las muchas adaptaciones que circulan por la red. Por ejemplo la que en 1971 realizó Estudio 1 con Mónica Randall, Álvaro de Luna, Alfonso del Real o María Luisa Merlo, disponible en la web de RTVE: https://www.rtve.es/alacarta/videos/estudio-1/estudio-1-sueno-noche-verano/2620054/; o una más reciente, representada en The Globe Theatre (Londres), que puede verse en idioma original con subtítulos en la plataforma YouTube: https://www.youtube.com/watch?v=_cAwaNRIEF8&feature=youtu.be.
Asimismo, la obra cuenta con varias adaptaciones cinematográficas, como la de 1935, con Mickey Rooney y Olivia de Havilland, o la de 1999, con un espectacular reparto encabezado por Michelle Pfeiffer donde también despuntan Kevin Kline, Rupert Everett, Calista Flockhart, Stanley Tucci, Sophie Marceau o Christian Bale. Y en cuanto a las parodias, la más llamativa es la realizada por Woody Allen en 1982 bajo el título La comedia sexual de una noche de verano; una de las cintas olvidadas del director neoyorkino en cuyo elenco destacan José Ferrer (el oscarizado actor que encarnó a Cyrano de Bergerac en 1950), Mia Farrow, Mary Steenburgen y Julie Hagerty (protagonista femenina de Aterriza como puedas).