Ganadora del Oscar al mejor guion original, Dead Poets Society («El club de los poetas muertos»), de Peter Weir, marcó a varias generaciones. ¿Te gustaría conocer algunas curiosidades sobre su rodaje?
De inicio la historia nos traslada a Vermont, Nueva Inglaterra, en 1959. En dicha ciudad del este de los Estados Unidos, la Academia Welton sigue manteniendo el clásico modelo de educación victoriana. Por tanto, los chicos que estudian en sus aulas pertenecen a la más exquisita sociedad y lo hacen con el único fin de triunfar en el futuro. En este colegio de élite se respetan cuatro principios fundamentales: tradición, honor, disciplina, grandeza. Sin embargo, la llegada de John Keating, un profesor de mente abierta y métodos poco ortodoxos, lo revolucionará todo, llegando a transmitir a sus alumnos, merced a su alma de poeta, la pasión y el entusiasmo por la vida.
Antes de fichar a Robin Williams para interpretar el papel protagonista se barajaron otros actores como Alec Baldwin, Bill Murray, Liam Neeson o Dustin Hoffman. Aunque el que estuvo más cerca de conseguirlo fue Mickey Rourke, que acababa de rodar «Nueve semanas y media».
Una de las razones por las que Williams aceptó el papel fue porque su personaje, John Keating, era un modelo de maestro que siempre deseó haber tenido durante su etapa como estudiante.
En un principio, el estudio que produjo la película pensó adaptar el guion original de Tom Schulman como comedia musical. En caso de haberse llevado a cabo, el título habría sido «The Sultans of Sturt».
El club de los poetas muertos existió en cierto modo en la realidad, pues el autor de la historia, Tom Schulman, se basó en sus propias experiencias como estudiante en la Montgomery Bell Academy, una escuela preparatoria de Nashville (Tennessee).
Para crear el personaje de John Keating, Schulman se inspiró en un profesor de aquella escuela llamado Harold Clurman, que en aquel momento era director de teatro (no olvidemos la importancia que el teatro tiene en el desarrollo de la historia).
El primer director de la película iba a ser Jeff Kanew («Detective con medias de seda»), pero su comportamiento inadecuado y la tensa relación con Robin Williams y Tom Schulman provocaron que Peter Weir («La costa de los mosquitos») tomara finalmente las riendas.
La buena relación entre los actores que interpretaban a los alumnos fue posible gracias a una brillante idea del director: antes del rodaje, les hizo dormir juntos en la misma habitación, logrando que se hicieran amigos.
Otra de las peculiaridades de la película es que Peter Weir decidió rodar las escenas en orden cronológico, para así captar mejor el desarrollo de las relaciones entre los adolescentes y su creciente admiración por el señor Keating.
Para ayudarles a entender mejor tanto a sus personajes como al contexto en el que se situaba la historia, Peter Weir les entregó a los actores libros que narraban el modo de vida de los adolescentes durante los años 50.
Robin Williams siempre destacó por sus improvisaciones en los rodajes. En «El club de los poetas muertos» lo hizo especialmente, llegando a imitar a John Wayne o Marlon Brando mientras interpretaba el ‘Hamlet’ de Shakespeare.
Norman Lloyd, el actor que interpretó al director de la Academia Welton, acababa de terminar de rodar seis temporadas de la célebre serie «Hospital», por lo que, creyendo que pretendían ficharlo gracias a su popularidad en televisión, se negó a participar en la película. Peter Weir le convenció diciéndole que no había visto un solo capítulo.
Una de las frases más inolvidables de la película es «¡Oh capitán, mi capitán!», que en realidad son unos versos del poeta norteamericano Walt Whitman popularizados por el presidente Abraham Lincoln.
«El club de los poetas muerto» comenzó a rodarse en Rome, Georgia, pero al no contar con nieve —elemento indispensable en el tramo final de la película— tuvieron que trasladarse al pequeño estado de Delaware. De este modo se ahorraron reproducirla artificialmente.
Precisamente la escena en la que Todd (Ethan Hawke), llora en mitad de la nieve se improvisó en el último momento, ya que Peter Weir y su equipo tenían pensado filmarla en interiores. Y es que el día antes cayó una gran nevada que les permitió rodarla en una sola toma.
A lo largo de su carrera, Robin Williams siempre confesó que «El club de los poetas muertos» era la película que más le gustaba de todas en las que había participado, añadiendo a su vez que Peter Weir era el mejor director con el que había tenido la suerte de trabajar.