Tras dos años de esfuerzo y búsqueda incesante de financiación, Red Teatro Musical estrena «Butterfly» en la sala TNT, su puesta de largo en los escenarios hispalenses. Un musical inspirado en la célebre ópera de Puccini, cuyas puntas de lanza son su cuidada producción, la absoluta entrega del elenco y una protagonista con voz de oro
Las fuentes originales de las que bebió Madama Butterfly, título original en italiano con el que Giacomo Puccini bautizó su famosa ópera, son la novela de Pierre Loti Madame Chrysanthème, de 1878, y el cuento de John Luther Long Madame Butterfly, publicado once años después, y que fuese dramatizado por David Belasco. Si bien la mayoría de críticos no duda en afirmar que, al margen de sus referentes literarios, la ópera buceó en acontecimientos que realmente sucedieron en la ciudad japonesa de Nagasaki a finales del siglo XIX. Por cierto que el compositor toscano manifestó en varias de sus óperas una clara predilección por los ambientes musicales exóticos, casi siempre con tintes orientales. Así, a diferencia de Verdi,
que vinculaba sus óperas de juventud a la realidad histórica nacional de Italia, Puccini gustaba de recurrir al escapismo —caso de París en La Bohème, el lejano oeste en La fanciulla del West, o la lejana China en Turandot—. Sin embargo, el caso de Madame Butterfly es probablemente el mejor ejemplo, en tanto que el compositor se sumergió en un auténtico «trabajo de campo» para capturar la esencia de la música japonesa. Pese a todo, este título no debería considerarse como un ejercicio verista, pues su verdadero objetivo reside en narrar la tragedia humana desde la introspección y el universo emocional intimista de la protagonista, dejando de lado los roles heroicos que marcaron la estética italiana de las últimas décadas del diecinueve.
De Nagasaki a Saigón
¿Y de qué trata esta historia que lleva más de un siglo conmoviendo a espectadores de todo el mundo? Básicamente es el retrato de una joven geisha llamada Cio-Cio San —también conocida como Madama Butterfly—, que se enamora ciegamente de un oficial de la Marina norteamericana, B. F. Pinkerton, el cual está destinado temporalmente en Nagasaki. Un romance que, como es de suponer, da lugar a una serie de conflictos dramáticos que les marcará de por vida. Dicho esto, hemos de subrayar que el musical Butterfly respeta prácticamente todo el discurso expuesto en la ópera, exceptuando la época y los escenarios. Así, en lugar del Japón decimonónico, Red Teatro Musical nos invita a viajar al Vietnam de 1975, un lugar oscuro y peligroso donde las fuerzas armadas estadounidenses se esfuerzan por mantener el orden. Allí, la joven Ci-Cio San ahora se llama Kim, aunque igualmente bebe los vientos por un soldado de origen yanqui y de nombre Chris. ¿Y cual es la diferencia con el original? Probablemente la libertad que ofrece el género musical, mucho menos encorsetado y sin los estrictos códigos que rigen sus composiciones. Es más, como suele ocurrir con la mayoría de títulos, el espectador logra conectar de manera más directa que con su homólogo lírico, provocando una inmersión total en el drama, algo que se agradece. En este sentido, cabe destacar el gran trabajo de adaptación de Jaime Rebollo y la puesta en escena de Antonio J. de la Cruz, los dos pilares sobre los que se asienta este difícil proyecto, junto a la dirección musical de Alejandro Estrada.
Un elenco jovencísimo
Y es que lo primero que salta a la vista de Butterfly es la búsqueda del equilibrio entre lo artístico y lo técnico desde lo vocacional; un reto que se consigue poniendo en común a más de cuarenta personas durante dos años —ahí es nada—. Dicha odisea les ha llevado a buscar financiación de todas las maneras posibles, desde el micro mecenazgo al patrocinio privado, dando como resultado un producto muy meritorio y salpicado de momentos brillantes, que entra por los ojos desde la primera estrofa. A ello contribuye una cuidada producción —sobresaliendo la escenografía de Manuel Romero, el vestuario de Gabriel Villar y las coreografías de Myriam Osuna—, y muy especialmente los actores y actrices que integran su reparto. Un elenco jovencísimo cuya entrega sobre el escenario convence a propios y extraños, y al que no asusta ni las escenas cargadas de tono ni la violencia explícita —de ambas Butterfly está bien servida—. Ellos son los instrumentos de los que se vale De la Cruz para construir la cargada atmósfera de Saigón, un lugar donde los instintos más básicos son satisfechos por una caterva de sensuales prostitutas, entre las que sobresale Kim. Ella, y solo ella, es capaz de centrar las miradas —y los oídos— de la mayor parte del respetable, pues posee el rostro, la dulzura y el talento de Mimi Berbel, una artista por cuya voz angelical bien merece pagarse una entrada. A través de su mirada tierna, el espectador se imbuye del romanticismo trágico de la historia, con ecos de Los Miserables y West Side Story, siendo correspondida por un estupendo Antonio Recuerda, cuyo Chris no solo entona fenomenalmente, sino que conmueve en su faceta dramática. Junto a la pareja de enamorados —excelente es su interpretación de Sol y Luna y otros temas similares de corte intimista— no podemos sino elogiar el trabajo de Gonzalo Cortés como el Ingeniero, sin duda el actor más completo del montaje. Y es que no solo canta, baila y actúa con soltura, sino que posee una seguridad y un desparpajo que lo acercan a grandes de la escena musical, como Asier Etxeandia, con tan solo ¡22 años! Baste citar American Dream, uno de los mejores números de Butterfly, con el que Cortés volvió loco al público en sus asientos. Como remate al trío protagonista, hemos de destacar a Jaime Rebollo en el papel de John —otro actor completísimo—, Carmen Ramos como Gigi, Fátima Medina como Ellen, y el pequeño Nico de Leste, otra de las sorpresas de una función en la que, inevitablemente, muchos sentimos «mariposas en el estómago».