Tanto los hermanos Lumière como George Méliès supieron ver el enorme potencial de Cristo a la hora de abordar sus primeras películas. Hoy las producciones inspiradas en su figura se multiplican cada año.

Desde la invención del cinematógrafo, la figura de Jesús de Nazaret ha sido objeto de múltiples películas a lo largo y ancho del planeta, siendo superado únicamente por el detective Sherlock Holmes, que actualmente atesora más de doscientos títulos. Mientras que algunas de estas producciones buscaban la devoción del espectador, otras se movían fundamentalmente por el espectáculo, si bien la mayoría obtuvieron el respaldo del público. Para hallar la primera cinta de la historia dedicada a Jesucristo, hemos de remontarnos al verano de 1897, cuando la productora católica Bonne Presse encarga a Albert Kirchner —más conocido como Léar— la realización de una serie de fotogramas en un salón de la calle Felicien de París. Para ello, el cineasta nacido en Hamburgo contaría con la colaboración de Basile, abad de las Escuelas Cristianas en la ciudad del Sena. El reparto lo integraban actores aficionados que, con más voluntad que acierto, representaban escenas de los Evangelios con fines catequéticos. Y lo cierto es que La Passion du Christ, pese a las pobres actuaciones y el exceso de didactismo de su discurso —uno de sus responsables, Michel Coissac, no dudaría en reconocer sus muchas imperfecciones— contó con numerosas proyecciones en el Bazar de la Charité, logrando una cierta notoriedad en la capital francesa.

El estilo de los Lumière

Esta primera película dedicada al Maestro de Galilea debió llamar la atención de los hermanos Lumière, quienes poco después llevarían a cabo una nueva producción titulada La Vie et la Passion de Jésus-Christ. En este caso se trató de trece cuadros piadosos y aislados, a modo de estampa y sin apenas desarrollo argumental que, sin embargo, fue muy bien acogida por los espectadores. Su rodaje tuvo lugar en Horitz, una aldea de Bohemia (en la actual República Checa) en la que sus habitantes representaban la Pasión durante los días de Semana Santa. Estamos hablando de los inicios de 1897, cuando las películas apenas superaban los diez minutos. Si bien, aquel título crearía un estilo que se convertiría en recurrente en los filmes religiosos siguientes: imágenes estáticas, fácilmente identificables por el público, y plasmadas con un tono solemne que invitaba a la contemplación de cada escena. Hoy, merced a las bondades de Youtube, los interesados pueden disfrutar de La Passion, dirigida por Georges Hatot y Louis Lumière, en una versión totalmente gratuita. Si bien, los responsables de su edición han decidido, con criterio razonable, respetar el encanto del original; esto es, incluyendo los defectos propios del celuloide de aquellos tiempos.

Nueva York como escenario

Dada la popularidad del film en todos los países donde se proyectó, a partir de 1898 se realizaron nuevos rodajes sobre la figura de Cristo. Concretamente, Richard G. Hollaman, propietario del Eden Musée —remedo neoyorquino del museo de cera Madame Tussauds de Londres—, produjo un nuevo proyecto dirigido por Henry C. Vincent en el tejado del Grand Central Palace, el cual se ubicaba en Lexington Avenue, Nueva York. Este se tituló The Passion Play of Oberammergau, y bebía de la tradicional representación de la Pasión de Cristo que los habitantes de Baviera, Alemania, realizan cada diez años desde 1634, en promesa por el fin de la peste bubónica. Con guion de Salmi Morse y la interpretación de Frank Russell en el papel de Jesús, la película alcanzó los veinte minutos y requirió de la construcción de grandes decorados —la idea inicial era rodar la función teatral de Baviera, pero esta no tendría lugar hasta 1900—, siendo acompañada en su estreno de una intensa narración e interludios musicales a cargo de una orquesta y un coro. Su popularidad fue tal que obligó a sus responsables a proyectarla dos veces al día durante tres meses en Nueva York, recorriendo posteriormente otras ciudades de los Estados Unidos.

La aportación de Méliès

Antes de finalizar el siglo XIX, el asunto católico volvería a situarse en el punto de mira de los cineastas de Italia, Estados Unidos, Alemania y Gran Bretaña. Una de las aproximaciones más interesantes es la realizada por George Méliès, nombre fundamental en la historia del séptimo arte, bajo el título Le Christ marchant sur les flots. A diferencia de los filmes anteriores, aquí Cristo no se representa en los instantes previos a su Pasión y Muerte, sino durante el episodio narrado por el evangelista Marcos, cuando, tras calmar una tempestad en el mar de Galilea, camina sobre las aguas ante el asombro de sus discípulos. Rodada en el verano de 1899, esta sería la segunda película del cineasta parisino basada en temas religiosos —la primera estaba dedicada a San Antonio—, y fue estrenada por la Star Film Company, empresa de su propiedad. Según los expertos, pudo haber influido en la película de 1903 de Lucien Nonguet y Ferdinand Zecca, Passion de NotreSeigneur Jésus Christ, la cual, con guiños a los grabados de Doré, fue utilizada como complemento de evangelización por misioneros en Asia y África durante muchos años. Hoy, desgraciadamente, se desconoce su paradero.