El arte de Talía ha estado ligado desde siempre al desarrollo del ser humano. De los espacios naturales al templo, pasando por los edificios creados ex profeso, su historia es la propia historia del mundo y su legado trasciende épocas y usos. ¿Cuáles son los títulos más representativos de este vasto universo que nos emociona y nos atrae a partes iguales?

Decía el poeta inglés William Wordsworth: «Sólo juzga bien quien sopesa y compara». Una afirmación que hemos tenido muy en cuenta a la hora de escribir estas líneas. Y es que, al igual que ocurre en otras facetas de la vida, elaborar una lista con las diez mejores obras de teatro de todos los tiempos resulta tan osado como caprichoso. Pese a ello, trataremos de sugerir algunos de los títulos más representativos de la historia de las artes escénicas, atendiendo a su calidad literaria, dimensión escénica y, muy especialmente, a su repercusión cultural. Obviamente en esa lista los lectores echarán de menos muchos títulos y a muchos autores, y en buena parte de los casos llevarán razón. El porqué hemos decidido escoger unos y dejar fuera a otros resulta complejo de explicar, de ahí que este subjetivo ránking pueda servir para explorar nuestros propios gustos e interesarnos por otros. O lo que es lo mismo: dejarnos cautivar por «El gran teatro del mundo», como hiciera Calderón.

 

EDIPO REY

Considerada por Aristóteles la mejor de las tragedias, Edipo Rey pudo ser compuesta alrededor del 430 a.C. por el poeta griego Sófocles. Su trama gira en torno al rey de Tebas, Edipo, quien ordena a su cuñado Creonte consultar al oráculo de Delfos en busca de una solución a la epidemia de peste que asola la ciudad. Tras saberse que esta puede estar motivada por el asesinato del anterior monarca —de nombre Layo—, el rey pide a sus súbditos que le ayuden a esclarecer el horrible crimen. Gracias a la intervención de un adivino, los tebanos conocen que el verdadero responsable es el propio Edipo, quien además vive una relación incestuosa con su madre, Yocasta… El porqué de la elección de este título como paradigma del teatro grecolatino tiene mucho ver con la consideración actual de su autor como el mejor de los dramaturgos griegos. No en vano, Sófocles aportó importantes innovaciones en la técnica dramática, tales como la introducción de un tercer actor en escena, la ruptura con las habituales trilogías —Edipo Rey es la primera de sus cuatro grandes tragedias—, y el original tratamiento del destino. Asimismo, es tal la repercusión del mito en la cultura occidental, que el padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, elaboraría una de sus más famosas teorías en su honor, el famoso «complejo de Edipo». En cuanto a su influencia en las artes, podemos hallarlo tanto en la cerámica griega como en la pintura historicista del siglo XIX y las vanguardias.

 

HAMLET

Del Cisne de Avon, el crítico estadounidense Harold Bloom dijo: «no solamente es el más grande escritor de todos los tiempos, sino también el ser más inteligente que haya hollado la tierra y el autor de una Biblia secular cuya influencia sobrepasa las obras de Homero y Platón para medirse con los textos sagrados de Oriente y Occidente». Y es que si hay un autor universal que ha traspasado las fronteras del tiempo, ese es sin duda Shakespeare, capaz de alumbrar tragedias, comedias y obras históricas con un vigor y calidad jamás vistos. De entre su brillante producción hemos elegido Hamlet (1601) como drama más representativo —muchos tal vez optarían por Romeo y Julieta, Macbeth o Ricardo III, todas ellas excelentes y merecedoras de entrar en esta lista—, si bien la historia del príncipe de Dinamarca es la pieza más larga del creador de Stratford, así como la más influyente de la literatura inglesa. Huelga recordar su argumento, llevado infinidad de veces a las tablas, y basado en fuentes anteriores como la saga escandinava Hrolf Kraki, la leyenda romana de Bruto o La vida de Amleth, del cronista medieval Saxo Grammaticus. Hamlet es también la obra dramática más famosa de la literatura occidental y uno de los títulos que ha originado un mayor número de traducciones, análisis, y comentarios críticos —sólo en España se conocen más de una veintena de traducciones o adaptaciones—. Asimismo, el personaje ha inmortalizado a muchos de los actores que lo encarnaron, caso de los británicos Henry Irving, Laurence Olivier o Kenneth Branagh.

EL BURLADOR DE SEVILLA Y CONVIDADO DE PIEDRA

De entre las muchas contribuciones de la cultura española al resto del mundo destacan tres personajes que, a lo largo de los siglos, trascendieron su propia historia y a los autores que les insuflaron vida; estos son la Celestina, el Quijote y don Juan. En el caso de este último, han sido muchas las adaptaciones surgidas desde su aparición en 1616 —Molière, Goldoni, Da Ponte, Lord Byron—, pero ninguna tan popular como la de José Zorrilla. No obstante, permítannos los lectores que, pese a la fama del inmortal «Tenorio», nos inclinemos por El Burlador de Sevilla y convidado de piedra, de Tirso de Molina. A fin de cuentas, el primer divulgador del arquetipo. Un texto que algunos atribuyeron a Andrés de Claramonte, pero sobre el que la mayoría de críticos no tienen dudas. ¿Y en qué fuentes se basó el religioso para alumbrar su obra? Eso ya es más difícil, y no son pocos los que han especulado sobre la inspiración en un personaje real como Miguel Mañara —noble sevillano cuya juventud disipada pudo ser un punto de partida para Tirso—, pero al que la lejanía de fechas desautorizó hace tiempo. Sea como fuere, la historia de este seductor irredento con vocación moralizante lleva siglos fascinando a lectores y espectadores, llegando a cautivar al propio Wolfgang Amadeus Mozart, quien lo inmortaliza en una de sus mejores óperas: Don Giovanni. Asimismo, don Juan siempre fue una figura habitual en el cine, siendo interpretado por estrellas como Rodolfo Valentino, Errol Flynn o, más recientemente, Johnny Depp.

 

FUENTEOVEJUNA

Al igual que Shakespeare, cualquier listado de teatro que se precie debe incluir por fuerza a Félix Lope de Vega y Carpio, el ‘Monstruo de la Naturaleza’, como lo definió Cervantes. Uno de los dramaturgos más importantes del Siglo de Oro y también de los más prolíficos de la literatura universal —según el escritor Juan Pérez de Montalbán, llegó a escribir 1800 comedias—. Dicho esto, ¿cómo elegir un solo título de un repertorio elogiado hasta la saciedad y en el que despuntan obras geniales como Peribáñez y el Comendador de Ocaña, La Dama Boba o El caballero de Olmedo? La clave de Fuenteovejuna reside, quizás, en su amplia repercusión a lo largo de los siglos. No en vano, son pocos los aficionados que no se han rendido ante este potente drama de honor cuyo germen se remonta al siglo XV —el fraile Rades y Andrada recogió el suceso real ocurrido en 1572, 96 años después de los acontecimientos—. La historia real narra la muerte cruel de un Comendador a manos de una turba violenta; material lo suficientemente potente para llamar la atención del Fénix, quien, según Laurence Boswell, «lo hizo pensando en su puesta en escena, en la traslación de los diálogos y las acciones al tablado del corral». Baste este fragmento del maravilloso monólogo de Laurencia para reivindicarla como obra total: «¿Vosotros sois hombres nobles? / ¿Vosotros padres y deudos? / ¿Vosotros, que no se os rompen / las entrañas de dolor, / de verme en tantos dolores? / Ovejas sois, bien lo dice / de Fuenteovejuna el nombre».

 

LA VIDA ES SUEÑO

La vida es sueño, de Pedro Calderón de la Barca, es probablemente uno de los textos más leídos, representados y analizados de la literatura dramática española y universal. Y lo es por su riqueza, por su profundidad, por el interés de su temática y, especialmente, por su modernidad. No en vano, este drama religioso o filosófico que urde sus raíces en los mitos orientales, es, según la filóloga Evangelina Rodríguez, «pieza clave en la historia del conocimiento, del reconocimiento por parte del hombre de su conciencia de existir». Asimismo, su parábola remite a la figura de Platón, de ahí que su mensaje trascienda idiomas y épocas. En cuanto a sus orígenes, algunos críticos piensan que, tras componerlo, Calderón vendió el libreto a Cristóbal de Avendaño, cuya compañía lo estrenó en torno a 1635, dando el salto poco después a ciudades como Bruselas, Ámsterdam o Dresde. Un siglo después, los teatros madrileños del Príncipe y de la Cruz lo llevaron a escena nada menos que en 47 montajes, confirmando el interés del público. Su argumento nos traslada a una época indeterminada de Polonia, donde el rey Basilio —gran aficionado a la astrología—, tiene encerrado a su hijo Segismundo por temor a que se subleve contra él y se convierta en un cruel tirano. Cuando este ya es mayor, el rey decide darle una oportunidad para probar si es capaz de gobernar con sabiduría y humildad. Si falla, Basilio tiene un plan: hacer creer a Segismundo que su libertad fue sólo un sueño. En suma, Calderón plantea un debate teológico muy presente en su época, el de la predestinación frente al libre albedrío, que, sumado al resto de ingredientes, ha llevado a que esta obra sea objeto de estudio en universidades de todo el mundo.